Educadora del Ser

«El recurso eres tú»,  Ulayya Pedraza (Revista AndalucíaEduca AÑO XIII · NÚMERO 269 · MARZO DE 2021)

Creo que una de las quejas que más he escuchado en estos 15 años de ejercicio profesional como maestra ha sido la falta de recursos. Si bien es cierto que la inversión pública en educación no se ha recuperado desde la crisis de 2008, hoy me gustaría invitar a los educadores y educadoras que me lean, a reflexionar sobre el hecho de que el recurso por excelencia somos nosotros/as mismos/as.

Para poder entender esto, voy a partir de la afirmación que sostiene la llamada Educación transpersonal, por la cual “Educamos por lo que somos”. Esto viene a significar que, más allá del currículo, programa o contenido que pretenda enseñar a mi alumnado, es mi función la de educar de manera integral para que emerja el ser de cada niño/a con todo su potencial. Y a esta noble y gran empresa, poco pueden aportar los recursos materiales de que disponga sino las herramientas que yo misma haya desarrollado en mí tanto como persona (desarrollo personal) como profesional (formación técnica).

Desarrollo personal que pasa por conocerse y tomar conciencia del propio carácter, fortalezas y debilidades y cómo todo ello influye en la manera de relacionarme con mi alumnado y de estar en el aula. Cualidades como la humildad, la madurez o la empatía me van a permitir educar desde lo que soy a mi alumnado para que ellos/as mismos/as aprendan, sin necesidad de lección magistral, a aceptar y tolerar sus errores, encajar las críticas, ponerse en lugar de los demás, comunicar lo que sienten… porque previamente yo habré hecho todo eso ante ellos/as.

Respecto a la formación técnica, esta se adquiere gracias a la formación inicial (Universidad) y la posterior formación permanente (cursos). En referencia a la primera, si echamos un vistazo a los programas universitarios conducentes al título de “Maestro/a”, apenas han variado desde hace décadas, apareciendo tímidamente en asignaturas “optativas” algunas corrientes de trabajo más actuales, pero copando las asignaturas troncales materias más ligadas al conocimiento del desarrollo humano, sin duda importante, menos a la didáctica de las materias, y nada a la verdadera preparación personal y profesional de la figura del maestro/a que, como vengo a expresar en este artículo, es el verdadero agente educativo.

Mención aparte merece el sistema de oposición, basado en un modelo arcaico que comenzó ya en el siglo pasado, y que consiste en la memorización de un tema, y que tiene en cuenta poco o nada las cualidades de la persona que va a ostentar el importante cargo de educar a las nuevas generaciones. ¿Por qué se presenta a la oposición? ¿Para qué quiere ser maestro/a?  ¿Qué le motiva de su trabajo? ¿Qué cualidades personales puede aportar al mismo? ¿Cuál es su sentido de la educación? ¿Qué es para usted un niño/a? ¿Qué piensa sobre el potencial de un niño/a? ¿Qué herramientas metodológicas conoce y le gustaría implementar en su aula?” serían algunas de las cuestiones que, sin duda, plantearía a la persona que opta a un puesto de educador/a antes de darle acceso a esta profesión sagrada. Sin embargo, su intervención en la Oposición se basa en un rígido y encorsetado sistema de selección en el que simplemente debe “soltar” un tema y un caso práctico aprendido de memoria, sin apenas diálogo entre candidato y tribunal (sálvense los tribunales que, desafiando a este rígido sistema, aportan su espíritu humano, como nos cuenta Ana González en su “Manual de oposiciones vitales”).

Por último, en la oferta de cursos de formación permanente del profesorado, estamos cansados de ver un año tras otro los mismos cursos, basados en un concepto de educación como instrucción, pero que no ponen atención al desarrollo personal del profesorado ni se traducen en la práctica en una manera de educar más consciente (interesantes son los trabajos de Mindfulness para la Educación Emocional que algunos centros han ido creando, a veces sin el apoyo ni confianza de asesores o directivos) o que ponga las metodologías activas (alumno protagonista) en el centro de la acción educativa. Respecto a estas últimas, contamos con leyes educativas que se refieren a ellas desde hace varias décadas, Sin embargo, todavía hoy el grueso del profesorado público basa su enseñanza en una metodología tradicional con eje en el libro de texto, donde el alumno/a es un mero receptor de contenidos.

En este contexto, ¿no parece que el argumento de la falta de recursos no es sino una vana excusa para no hacerme responsable de mí como educador/a y de mi práctica educativa? ¿No puedo yo hacerme responsable de procurarme el desarrollo y la formación que me capacite para ser ese referente y guía sensible, empático, humilde y maduro que mis niños/as necesitan para abrirse a la vida con confianza y plenos de recursos internos?